Lo secuenciable más lo no secuenciable. Esa es la cuestión.
Incuestionables son los progresos del saber médico. Difícil estar al tanto de toda la información aún en las más manejables parcelas de las subespecialidades. El trabajo médico es arduo y consumidor de tiempo. Entonces ¿hay algún lugar en la vida del médico para la literatura y la filosofía? Creo que nuestra respuesta tiene que ser afirmativa y agregaría que cuando el espacio no existe, debe ser construido. El acto médico, del más simple al más complejo, del más invasivo al que sólo se limita a la divulgación, tiene que tener una mística basada en una profunda reflexión, científica y filosófica. Aquí aparece la poesía, la novela y el ensayo, instrumentos indispensables para adentrarse en la condición humana, esa que determina las características del padecer. La fisiología, la histología, la metabólica y la proteómica, no alcanzan para explicar cómo vive el individuo -de manera única- su circunstancia que llamamos enfermedad. Las palabras y su capacidad de significar, de escriturar nuestra vida y sus experiencias, han estado y estarán siempre así, como una herramienta indispensable en el quehacer médico.
En este escenario la AMINNSZ es un espacio y un cobijo únicos. Luego de una personal travesía por el Instituto quedamos anclados para siempre a las experiencias ahí vividas y aunque después nuestras trayectorias se hacen únicas y a veces hasta divergentes, uno puede sumergirse tranquilo en el cause elegido a sabiendas que tenemos detrás, en nuestra historia, pero sobre todo en nuestro presente y futuro esa presencia intangible pero solida representada por la cofradía de la AMINNSZ.
Las reuniones del AMINNSZ son una experiencia de gran riqueza. Reflexiones, cultura, talentos científicos, revelaciones intelectuales, artísticas y filosóficas, fiesta y emociones desbordadas.
Entre una reunión y otra la comunidad se sostiene a la distancia. En pequeños grupos, casi siempre con un componente generacional el intercambio de ideas y amistad mantiene su intensidad.
En distintas conversaciones he percibido el deseo de hacer más presentes los lazos de nuestra sociedad, esos que quedan al descubierto en las reuniones anuales. La tecnología de las redes sociales hace fácil compartir recomendaciones, comentarios, opiniones y reflexiones sobre esas otras “lecturas médicas” de las letras, la filosofía y las disciplinas sociales. Tenemos así, una herramienta que bien usada, con el talento que caracteriza a nuestra sociedad, puede contribuir al desarrollo de una “red platónica”, entregada a la discusión profunda de todos nuestros intereses.
Ciertamente se trata de lanzar una piedra en el inmenso lago de ideas de nuestra comunidad, de despertar así, esas siempre interesantes ondas expansivas del pensar y el sentir. Porque en el origen de lo humano ha estado siempre el verbo y el deseo de curar.